miércoles, 22 de septiembre de 2010

Gustav Meyrink:"El Golem"



                                                              Gustav Meyrink (1868-1932)




Una vieja leyenda narra que en la Callejuela de Oro se halla una casa que se aparece sólo en días de niebla y pueden contemplarla apenas aquellas personas que hayan nacido un domingo. La gente llama aquel sitio "El muro de la última farola".Quien llega al lugar de día ve sólo una gran piedra gris detrás de la cual una pendiente escarpada cae al Foso de los Venados. La leyenda de la casa invisible, situada cerca del Castillo de Praga, la cuenta el escritor alemán Gustav Meyrink en su novela más famosa, "El Golem", publicada en 1915. Gustav Meyrink vivió en Praga durante veinte años. En sus novelas y cuentos praguenses, escritos en una refinada prosa, la capital checa es escenario de sucesos fantásticos y misteriosos, con ingredientes esotéricos. 

                                         Barrio judio en Praga





Gustav Meyrink fue en su tiempo uno de los autores más leídos. Sobre todo su novela "El Golem", que se inspiró en una vieja leyenda sobre un ser artificial, creado en la judería de Praga a finales del siglo XVI, constituyó un gran éxito.
En la Alemania nazi los libros de Meyrink fueron prohibidos. En un Estado totalitario no tenían cabida las obras de un autor que advertía del peligro de los movimientos colectivistas que sofocaban a la personalidad humana individual.
En la doctrina nazi jugó un importante papel el antisemitismo. Al contrario, a Meyrink le atraía la milenaria cultura hebrea y los misterios de la cábala. En la novela "El Golem" inmortalizó a la desaparecida judería praguense y dotó a dos personajes de la novela- el judío Hilel y su hermosa hija Miriam- de profunda sabiduría.
Después de la Segunda Guerra Mundial los libros de Meyrink fueron redescubiertos primero por psicólogos, como Carl Gustav Jung, y a partir de los años 70 por los amantes de la ficción fantástica.
En la Checoslovaquia comunista acceder a los libros de Meyrink fue bastante difícil. El autor que escribió que "vivimos sólo para el perfeccionamiento de nuestra alma", no era aceptable para los ideólogos materialistas.
Las obras de Gustav Meyrink volvieron a editarse en este país en los años 90, tras la caída del totalitarismo. Redescubrir a este autor es una asignatura pendiente para los checos. Praga se presenta exclusivamente como la ciudad de Franz Kafka, y es incomprensible que no utilice para su promoción en el mundo también a la personalidad de Gustav Meyrink, un hombre fuera de lo común, que pasó en Praga una etapa decisiva de su azarosa vida.
Gustav Meyrink nació en 1868 en Viena, hijo de una actriz de la corte bávara de Múnich. El padre, ministro del rey de Wurtemberg, se negó a legitimarlo.
Del niño cuidaron primero los abuelos maternos, una familia acomodada, residente en Hamburgo. Posteriormente acompañó a su madre que actuó sucesivamente en varios teatros centroeuropeos. Así, el muchacho estudió escuelas de Múnich, Hamburgo y, a partir de 1883, de Praga.
En 1885 terminó el contrato de la madre de Meyrink con el Teatro Alemán de Praga y la actriz se marchó de la capital checa, dejando allí a su hijo de diecisiete años.
El joven hizo en Praga los exámenes de bachillerato, cursó la academia comercial y durante un año trabajó como practicante en una empresa de exportación. Después fundó con un pariente del poeta alemán Christian Morgenstern una casa bancaria.
Gustav Meyrink se incorporó pronto a la vida social de la comunidad alemana de Praga. Se daba aires de dandy y era un conocido deportista. Destacaba en la esgrima y el tiro, y según algunos testigos condujo el primer automóvil que recorrió las calles de la capital checa. Fue un notable campeón del club de remo Regata.
Ya como banquero mantenía contactos con la joven generación de artistas alemanes de Praga. Le unía con ellos, entre otros, el amor a la vieja Praga.
El escritor relataría más tarde que su vida en la juventud transcurrió bajo el signo de los romances amorosos, el ajedrez y el remo, hasta que se produjo un sorprendente giro.
Agobiado por una profunda depresión resultante de una vida sin sentido, quiso matarse. Cuando ya acercaba a la sien el revólver, escuchó un crujido de papel. Alguien había tirado por debajo de la puerta un delgado folleto titulado "Sobre la vida póstuma".
El joven banquero pasó toda la noche leyendo sobre los célebres médiums de la época, dotados de facultades paranormales, como la de ponerse en contacto con personas ya fallecidas. En aquel momento empezó el interés de Gustav Meyrink por las ciencias ocultas. Sin embargo, con el tiempo denunciaría el espiritismo como una peligrosa peste.
En 1891, cuando tenía 23 años, Gustav Meyrink fundó en Praga una logia teosófica, cuyos miembros se proponían lograr la armonía entre la religión, la ciencia y la filosofía, impulsar la confraternización entre todas las razas y pueblos con el fin de constituir una familia espiritual, y erradicar el mal del mundo. A dicha logia pertenecían también destacadas personalidades checas, como el escritor Julius Zeyer.
Durante toda su posterior vida, Meyrink estudió apasionadamente distintas doctrinas místicas y secretas, y en cierta etapa de su estancia en Praga se dedicó incluso a la magia. Su búsqueda espiritual le llevaría más tarde a adherirse al budismo.
Meyrink inició su carrera literaria enviando relatos a la revista ilustrada Simplicissimus, de Munich. El primer cuento, que se titula "El soldado caliente", tiene un protagonista checo de apellido Zavadil.
El cuento fue publicado en 1901 cuando empezaba para el banquero y escritor en ciernes un período crítico. Sus últimos años en Praga serían ensombrecidos por injustos agravios.
Todo comenzó por un desagradable incidente. Un hombre insultó públicamente a Filomena Bernt,una mujer con la cual Meyrink mantenía una relación tras el fracaso de su primer matrimonio. El joven banquero desafió al autor de la ofensa pero éste se negó a batirse en duelo con un hijo ilegítimo y demandó a Meyrink por presunto delito de ultraje al honor.
El tribunal dictó una sentencia condenatoria contra Meyrink. Antes de que pudiera recurrir la sentencia, fue arrestado. La policía recibió la denuncia de que Meyrink habría cometido una estafa en su banco.
A pesar de las minuciosas investigaciones y el registro en la casa bancaria de Meyrink, la policía no encontró pruebas de la presunta malversación. El banquero fue absuelto de la acusación de estafa, pero inmediatamente volvió a la prisión porque entretanto fue confirmada la condena a quince días de cárcel por el supuesto ultraje a la honra.
Así terminó definitivamente la carrera de banquero de Gustav Meyrink, y su banco cerró las puertas en 1902.
En 1904 Meyrink dejó Praga para siempre. Pero se llevó en la mente las singulares y asombrosas leyendas y mitos que encerraban los muros de los antiquísimos palacios de Malá Strana y de Hradcany, y las tortuosas callejuelas de la judería praguense.
Lejos de la capital checa, Meyrink recrea la Praga fantástica en sus novelas "El Golem" y "La noche de Valpurgia". En esta última obra, publicada en 1921, el escritor describe un levantamiento popular que sacude los viejos palacios de Malá Strana y la muchedumbre enloquecida desencadena una implacable caza a las víctimas.
Meyrink presentía que el siglo XX sería escenario de grandes cataclismos sociales. En los años 20 no compartía la confianza en la solidez de la democracia europea. Falleció en 1932. Un año después llegó al poder en Alemania Adolf Hitler.

Durante el periodo de entreguerras, en el Barrio Viejo de Praga ("Jerusalén de Europa", se llamó) florecen dos antiquísimos mitos judíos que se renuevan en la cumbre de la fantasía más alucinógena del siglo XX. Gustav Meyrink despierta al golem del rabino Loew, Franz Kafka aporta entre otras cosas la parábola cabalística del castillo. Moisés Maimónides (s. XII) la usaba al final de su 'Guía de perplejos' (capítulo 51 de la parte tercera): el rey (Dios) en el interior del castillo, y, desperdigados, en estancias más o menos apartadas, los vasallos, errabundos, en su busca.


El Golem, o la Leyenda del Hombre Artificial.

La leyenda del Golem aparece relacionada con el rabino Jehuda Low Ben Becadel, rabino en el ghetto judío medieval de Praga. Praga era el lugar de encuentro de diferentes corrientes migratorias de judíos, provenientes del este y del sur de Europa, así como de Rusia. Era una comunidad floreciente y culta. El rabino Low era el máximo exponente de esta amalgama cultural, estudioso de la cábala y la doctrina judía, muy interesado en las tradiciones, cuentos y leyendas de su pueblo. 



  La tumba de rabino Löw
 

La leyenda cuenta que el rabino Low mediante el estudio de las escrituras sagradas a través de la cábala logró descifrar la palabra que Yahvé utilizó para dar el don de la vida. Fabricó entonces un pequeño hombre de arcilla e introdujo en su boca un papel con la palabra escrita, el muñeco de arcilla creció hasta ser un hombre de gran tamaño y la vida animó sus miembros. Sin embargo como Low no era Dios, no doto a este hombre de alma, era una marioneta animada sin voluntad propia. Se caracterizaba por una extraordinaria fuerza y obedecía en todo al rabino Low. Mas el rabino debía retirar el papel antes de caer la noche o el Golem escaparía a su control. 

                           La sinagoga Vieja-Nueva. Según la leyenda, aquí se esconde el Golem

Un sábado olvidó retirar el papel antes de la hora señalada y la criatura se transformó en una fuerza destructora. Cuando lograron retirar el papel, el Golem había destrozado el ghetto judío por completo. Low escondió entonces el hombre de arcilla en un lugar secreto y destruyó el papel, y vaticinó que cuando el pueblo judío se hallase en problemas aparecería un rabino iluminado por Dios que volvería a descifrar la palabra mágica, sería un rabino muchomás sabio que él mismo, entonces el Golem volvería a aparecer y salvaría a su pueblo de sus tribulaciones. 




                                     Sinagoga Vieja(Praga)
  Jehuda Low Ben Becadel fue un personaje histórico real y ciertamente el ghetto judío sufrió una destrucción en aquella época, sin embargo jamás se ha hallado prueba alguna de que nada parecido al Golem existiese, a pesar de que gente como Egon Erwin Kisch (periodista) siguiese sus huellas, tanto en la sinagoga donde Low vivió, como en La Colina de la Horca dónde tradicionalmente se dice que se enterró el Golem.
Algunas personas creyeron y creen en la fábula como una realidad. Durante la Segunda Guerra Mundial hubo voces que dijeron que el Golem iba a aparecer para salvar al pueblo judío, de una forma directa o indirecta, como una fuerza destructora que aniquilaría a los enemigos. Tras la guerra, esas mismas personas se preguntaban por qué el Golem no había acudido para salvarles. aún hay gente que cree que ha de volver a aparecer.




El Golem, Gustav Meyrink

“A menudo he reflexionado largamente acerca de esas cosas, y me parece que me acerco al máximo a la verdad diciendo lo siguiente: en el curso de una vida hay siempre un momento en que una epidemia espiritual recorre el barrio judío con la rapidez del rayo, ataca las almas de aquellos que viven con un designio que permanece para nosotros oculto, y hace aparecer a la manera de un espejismo la silueta de un ser característico que hace siglos vive aquí, y quizá desea ávidamente reencontrar forma y sustancia.
»Puede que esté constantemente entre nosotros, sin que nos percatemos. Del mismo modo que escuchamos la nota del diapasón antes de que éste golpee la madera y la haga vibrar al unísono.
»Quizá haya en ello una suerte de obra de arte espiritual, sin conciencia de sí misma: una obra de arte que nace de lo informe, como un cristal, según leyes inmutables.
»¿Quién sabe?”


El Golem, la novela más conocida de Gustav Meyrink, se basa en la antigua leyenda hebrea del Golem: un ser hecho de barro al que la palabra concede vida; un mito reinterpretado por muchos escritores, por Borges por ejemplo, y también adaptado el cine en más de una ocasión. Sin embargo, Meyrink, aficionado a la cábala y al ocultismo, hace una utilización muy personal del mito, y nos sumerge en el ambiente enfermizo, onírico, alucinatorio del ghetto judío de Praga.
Ya desde el prólogo mismo queda claro que los sueños ocupan un lugar central en El Golem:

"La luz de la luna cae a los pies de mi cama y se queda allí como una piedra grande, lisa y blanca. Cuando la luna llena empieza a encogerse y su lado derecho se carcome -como una cara que se acerca a la vejez mostrando primero las arrugas en una mejilla y perfilándose después- a esa hora de la noche, se apodera de mí una inquietud sombría y angustiosa..."
 
La historia que, de manera muy oblicua, se nos narra en esta obra, es la de Athanasius Pernath, un habitante del ghetto de Praga confusamente unido a la figura misteriosa del Golem y en cuyo relato se mezcla lo real con lo soñado o lo imaginado. Lo rodean otros personajes, algunos repulsivos, otros atractivos, otros que mezclan ambas cualidades, que giran y se agitan desordenadamente y contribuyen a la turbación del personaje, y del lector con él.

“La vida toda no es nada más que preguntas convertidas en formas, que llevan en sí el germen de las respuestas… y de respuestas preñadas de preguntas. Aquel que vea otra cosa es un loco”.
(GUSTAV MEYRINK. El Golem)
 La Leyenda de el Golem

El deseo del hombre por imitar a Dios ha dado origen a la leyenda del golem en sus múltiples versiones; la palabra Golem es utilizada en la Biblia (Salmos, 139:16), pero es en la literatura talmúdica donde se ha desarrollado, siendo en la tradición judeocabalística en la que se le han ido añadiendo atributos a esta figura elemental. Un Golem se refiere a la creación mágica de una especie de hombre, a imitación del acto divino de la creación de Adán por Dios; esta figura simbólica responde a la materia animada de modo artificial, informe, o Adán antes de que le fuera insuflada el alma. Según la tradición cabalística, grandes maestros de la doctrina secreta dominaban el arte de infundir, mediante el uso correcto de la palabra creadora, una especie de vida falta de entendimiento en un ser humano formado de barro. Los relatos más conocidos se refieren al Rabino Eleazar de Worms, pero sobre todo a la leyenda del Rabino Jehuda Löw ben Bazalel ,quien fue contemporáneo del emperador Rodolfo II, y que creó un Golem para defender el ghetto de Praga de las represiones antisemitas, así como para atender el mantenimiento de la sinagoga.
Erich Fromm, en su libro Y seréis como dioses, analiza las líneas principales del pensamiento bíblico y rabínico, en las que el hombre puede hacerse como Dios, pero no puede hacerse Dios. Observa que hay afirmaciones rabínicas que implican que la diferencia entre Dios y el hombre pueden eliminarse. Una afirmación que expresa la idea de que el hombre puede llegar a ser el creador de la vida, como lo es Dios, se encuentra en el pasaje siguiente, que cito nuevamente en la cuarta de las versiones que enumero de Scholem: “Rabá dijo: Si los justos lo quisieran, podrían (llevando una vida de absoluta pureza) ser creadores, porque está escrito: pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (Is. 59:2). (Rabá interpreta mavedilin con el sentido de “hacer distinción”. Si no fuera por sus iniquidades, su poder sería igual al de Dios y podrían crear el mundo.) Rabá creó un hombre y se lo envió al Rabí Zera. El Rabí Zera le habló, pero no recibió respuesta. Por lo tanto le dijo: “Tú eres una criatura de los magos. Vuelve al polvo” (Sanedrín 65b). La idea de que el hombre ha sido creado a imagen de Dios lleva no solamente al concepto de la igualdad del hombre con Dios, o aun a la libertad respecto de Dios, sino que también lleva a la convicción humanística central de que todo hombre lleva en sí mismo a toda la humanidad.
Cuando en el Génesis Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, queda implícita la idea de que éste puede ser como Dios, pero el hecho de que el hombre pueda convertirse en Dios y que Dios le impida alcanzar este objetivo, como se advierte en la prohibición a Adán y Eva del fruto del árbol del conocimiento y la consecuente expulsión del Paraíso, la separación de los hombres por la faz de la tierra y la confusión de sus lenguas cuando los hombres construyeron la torre de Babel, y otras acciones que provocaron la ira de Dios y la destrucción masiva con el fuego y el Diluvio Universal. Fromm interpreta que el hecho de que los diversos editores no hayan eliminado del texto dicha contradicción, es porque debieron tener sus razones para hacerlo. Quizás una razón es que querían insistir en que el hombre no es Dios, ni puede volverse Dios; puede hacerse como Dios, puede imitar a Dios, por así decirlo. En verdad, esta idea de la imitatio Dei, de aproximarse a Dios, requiere la premisa de que el hombre ha sido hecho su imagen. Sin embargo, hay que considerar que el Sanedrín afirma que en la versión más antigua de la creación del hombre, falta la idea de que el hombre fue creado a imagen de Dios. Dice así: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra; y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gén, 2:7). También en otros lugares del Talmud se habla del hombre como incapaz de ser Dios, pero capaz de ser igual a Dios, compartiendo con él la soberanía del mundo.
La novela de Gustav Meyrink, El Golem, de 1915, se basa en los relatos sobre el Rabino Jehuda Löw ben Bazalel, y ésta inspiró a otros autores como H. Leivick, y a escritores alemanes del siglo XIX: Archim von Arnim, E.T.A. Hoffmann, Friedrich Hebbel, y más tarde por algunos franceses, como Villiers de lIsle Adam, aunque si bien el tema ya aparece muy modificado. 
Asimismo, se realizó la película de Paul Wegener Der Golem (1920) . En las diversas versiones de la leyenda, los místicos ambiciosos acaban por ser castigados por su atrevimiento, muy similares al Frankenstein de Mary Shelley y al homúnculo alquímico.



 El hecho de que estos seres acaben por atacar a sus creadores, se puede interpretar como una suerte de advertencia ante el uso irreflexivo de fuerzas mágicas que acaban por rebasar las intenciones del creador y se vuelven incontrolables. También cabe inferir que en determinados ejercicios místicos, el que medita puede sentirse a sí mismo como figura ajena que casi le sofoca (como se refiere acerca del cabalista Hai ben Scherira, hacia 1000 d. C.); asimismo es posible concebir la leyenda como una paráfrasis judía de leyendas cristianas, por ejemplo, la de San Alberto Magno, de quien se dice que construyó un sirviente artificial, a quien más tarde su discípulo Santo Tomás de Aquino destruyó.
Gershom Scholem considera que el Golem aparece como una imagen simbólica del camino a la redención, el alma colectiva materializada de la judería, con todos los aspectos sombríos de lo fantasmagórico: Es en parte una sosia del héroe, un artista que combate por su redención y para sí mismo, y que purifica mesiánicamente a la otra parte, el Golem, su propio yo no redimido.
Otra interpretación indica que el Golem simboliza la creación de un ser sin libertad, inclinado al mal, esclavo de sus pasiones; si la verdadera vida humana no procede más que de Dios, entonces el Golem, en un sentido más interno, no es sino la imagen de su creador, la imagen de una de sus pasiones que crece y amenaza con aplastarlo, significa por fin que una creación puede exceder a su autor.

EL ESTUDIO DE GERSHOM SCHOLEM
[La idea del Golem en sus relaciones telúricas y mágicas]


Gershom Scholem, en su libro La Cábala y sus símbolos, realizó el estudio más minucioso conocido sobre el Golem. Para él, la novela de Meyrink intentó diseñar “una especie de imagen simbólica del camino de la salvación”, usando extrañamente la figura de la leyenda popular judeocabalística, que retomó y transformó fantásticamente, concibiendo al ghetto de Praga de forma sumamente exótica y futurista y una cabalística hipotética, en la que se presentan más ideas de la salvación de tipo hindú que judaico; la atmósfera posee una profundidad incontrolable que es fácilmente confundible para la charlatanería mística, y para el épater le bourgeois. Dice que el Golem de Meyrink es, en parte, un alma colectiva materializada del ghetto, con todos los turbios residuos de lo fantasmal y, en parte, un doble del héroe, un artista que lucha por su liberación y que purifica mesiánicamente en ella al Golem, su propio yo esclavizado. Scholem considera que en la novela (a pesar de su fama) hay poco de la tradición judía, incluso en las formas decaídas y transformadas de la leyenda, y para demostrarlo describe las genuinas tradiciones judías sobre el Golem, de las que cito algunas a continuación:
1. La estructura judía tardía de la leyenda, en la descripción de Jakob Grimm en el “Periódico para eremitas” en 1808, es la siguiente: Lo judíos polacos modelan, después de recitar ciertas oraciones y de guardar unos días de ayuno, la figura de un hombre de arcilla y cola, y una vez pronunciado el šem hameforáš [el nombre divino] maravilloso sobre él, éste ha de cobrar vida. No puede hablar, aunque entiende bien lo que se habla o se le ordena. Le dan el nombre de Golem, y lo emplean como una especie de doméstico para ejecutar toda clase de trabajos caseros. Pero no debe salir nunca de casa. En su frente se encuentra escrito emet [verdad], va engordando cada día, y rápidamente crece y se hace fuerte que todos los demás de la casa, a pesar de que antes era tan pequeño, causando temor de él, y provocando que le borraron la primera letra, de modo que sólo queda met [está muerto], y entonces el muñeco se deshace y se convierte en arcilla. Pero hubo una vez uno que se descuidó y dejó crecer tanto a su Golem, que ya no podía llegarle a la frente, y entonces ordenó a su criado, con temor, que le quitase las botas, para al doblarse poder alcanzar su frente. Ocurrió como esperaba, y pudo borrarle la primera letra, pero toda la carga de arcilla cayó sobre el judío lo aplastó.
Investigar la idea del Golem como hombre creado por artes mágicas, obliga a recurrir a las concepciones de Adán, el primer hombre puesto que la creación del Golem entra en competencia en algún punto con la creación de Adán y que el poder creador del hombre se perfila aquí sobre el horizonte del poder creador de Dios, sea con ánimo imitador o bien con espíritu de oposición. Adán es el ser extraído de la tierra, y destinado de nuevo a ella, a quien el soplo divino otorgó el habla y la vida. Estaba constituido de materia de la Tierra, de barro auténtico, de partes finísimas de barro, como señaló Filón, en De opificio mundi: “Hay que pensar que Dios quería crear esta figura semejante al hombre con el máximo cuidado, y que por ello no tomó polvo del primer trozo de tierra que se le presentó, sino aportó lo mejor de toda la Tierra, lo más puro y fino del puro material primigenio, lo que se adecuaba mejor a su creación”. Esto corresponde a la Aggadá judía, con múltiples variantes. En las normas de la Torá se apartaba de la masa una ofrenda como lo más selecto para uso sagrado, de la misma manera constituye Adán la ofrenda que se tomaba como la mejor parte de la Tierra, del centro del mundo sobre el monte Sión, está tomado del centro y en su creación se unificaron todos los elementos, como su etimología lo indica. En determinado momento de su creación, Adán es un Golem, una materia amorfa, hasta el momento de ser afectado por el soplo divino, como en un famoso pasaje del Talmud que describe las primeras doce horas del primer día de Adán, que van desde la aglutinación de la tierra, hasta la expulsión del Paraíso.

2. En un Midráš de los siglos II y III, se describe a Adán no sólo como Golem, sino incluso como un Golem de tamaño y fortaleza cósmicos, al que Dios ha mostrado en este estado de inanición e incapacidad locutiva todas las generaciones futuras hasta el fin de los siglos. Antes de que Adán posea conocimiento y razón, se le otorga una visión de la historia de la creación, que discurre ante él en imágenes. En el momento en que Dios creó al primer Adán, lo creó como Golem, estaba extendido desde un extremo de la tierra hasta el otro: “Tus ojos vieron a mi Golem”. Rabí Yehudá bar Sim’ón decía: Mientras Adán yacía todavía como Golem ante aquél que habló e hizo surgir el mundo, éste le mostró todas sus generaciones y sus sabios, todas las generaciones y sus jueces, todas las generaciones y sus caudillos. Es posible que en dicho estado primitivo a Adán se le haya incorporado alguna capacidad telúrica derivada de la tierra de la que él había sido extraído, la cual le permitió asimilarse a la visión descrita. La enorme grandeza de Adán, que llenaba todo el universo, fue reducida según la Aggadá a dimensiones humanas —si bien aún gigantescas— después de la primera caída. En la figura de las primitivas dimensiones cósmicas de este ser terrestre se pueden contemplar dos concepciones: Una considera a Adán como un enorme prototipo de mitos cosmogónicos; la otra considera dichas dimensiones más bien como una representación extensiva de la fuerza de todo el universo resumida en él.

3. Otra concepción se encuentra en un fragmento de una obra midrášica perdida en cuanto al conjunto, el Midráš Abkir, en el que se han conservado ideas arcaicas y tendencia mítica: «Rabí Berajica decía: Cuando Dios quiso crear el mundo, comenzó su creación precisamente con el hombre, y le dio, pues, forma de Golem. Cuando después se dispuso a inspirarle un alma, dijo: Si le hago levantarse ahora, se dirá que fue mi compañero durante la empresa de la creación, de modo que quiero dejarlo como Golem [en estado inacabado, bruto] hasta que haya creado todo. Cuando hubo creado todo, le dijeron los ángeles: ¿No vas a hacer al hombre del que has hablado? Y respondió: Lo tengo hecho desde hace tiempo, y sólo queda la inspiración del alma. Entonces le inspiró un alma, le hizo levantarse y resumió toda la naturaleza en él. Con él comenzó y con él concluyó, como está escrito: “De arriba a abajo me has formado tú”. Es verdaderamente asombrosa la despreocupación con la que la exégesis aggádica abandona aquí el terreno de la narración bíblica, con la que coloca la creación real del hombre como Golem —en el que se halla contenida la fuerza de todo el universo— al principio de toda la creación y su animización solamente final. No son la segunda y la cuarta hora de la vida de Adán las que se interponen entre su estado informe y su animización, sino que es el conjunto de la obra de la creación el que se encuentra entre ambos. Y del mismo modo que antes se reunió tierra de todo el mundo destinada a él, ahora es todo el mundo el que se encuentra resumido en él.
Esta atrevida desviación mítica de la narración bíblica se repite en otro punto importante: mientras el Génesis sólo conoce la inspiración del hálito de la vida por Dios, con lo que Adán deviene en un “alma viviente”, en la tradición judía no faltan afirmaciones sobre un espíritu telúrico que era inherente a Adán, contradiciendo totalmente a la narración bíblica.

4. La repetición del acto creador de un hombre, sirviéndose de medios mágicos o de cualquier otro tipo no claramente definido, apunta hacia otras direcciones, como en ciertas narraciones legendarias del Talmud, sobre algunos famosos rabinos de los siglos II y IV. «Raba decía: Si los justos quisieran, serían capaces de crear un mundo, pues está escrito (Isaías, 59:2): Porque vuestros pecados son causa de separación entre vosotros y vuestro Dios» De modo tal que, si no existieran los pecados, como es el caso de los justos perfectos, no habría separación entre la capacidad creadora de Dios y del justo libre de falta, como sucedió con Raba quien creó un ser humano y lo envió a Rabí Zera. Éste habló con él pero no obtuvo respuesta, entonces le dijo: Tú procedes, sin duda, de los compañeros [los miembros de la alta escuela talmúdica]; retorna de nuevo a tu polvo. Según algunos sabios, la frase debió ser interpretada de manera distinta: Tú procedes sin duda de los magos. El poder creador del creyente es limitado, pues Raba consiguió crear un hombre capaz de ir andando hasta Rabí Zera, pero no pudo proporcionarle el habla, y es por esta incapacidad locutoria que reconoce la naturaleza mágica y artificial del Golem.

5. El Libro de la Creación juega un papel importante en la idea del Golem. Refiere que para la creación de un Golem tienen importancia crucial los nombres de Dios y las letras, que constituyen las signaturas de todo lo creado: Estas letras son propiamente los elementos de construcción, las piedras con las que se ha levantado la obra de la creación. Es decir que la clave para la creación de un hombre, se encuentra en las letras de la cosmogonía, en una compleja combinación de elementos astronómicos-astrológicos y anatómicos-fisiológicos, y la forma en que tiene lugar la construcción del cosmos a partid de las letras, de modo que el hombre y el mundo se encuentran en mutua sincronización microcósmica: cada letra domina sobre un miembro del hombre o un sector del mundo externo.
El ritual de la creación golémica del Libro de la Creación citado por Scholem, no parece tener otro objeto que poner de manifiesto el poder de los nombres sagrados. La creación de un Golem encierra peligros, incluso la muerte como toda creación magna; pero dichos riesgos no proceden del Golem, de las fuerzas que de él derivan, sino del hombre mismo: el producto de tal creación no es el que origina por medio de cualquier forma de independización poderes peligrosos, sino que lo que ha de tacharse peligroso es la tensión suscitada por el proceso en el propio creador. Los fallos en la ejecución del proceso no conducen a una degeneración del Golem, antes bien a la destrucción directa de su constructor. Por otra parte, la incapacidad locutoria del Golem no constituye un factor esencial como se ha supuesto con frecuencia, ya que cuando se le otorga el alma y la vitalidad, obviamente estaría capacitado para el habla: el Golem no es un ser carente de habla por naturaleza, pero los cabalistas se han empeñado en describirlo como una forma animada, al que su creador es incapaz de dotarle el conocimiento divino y del habla, como al hombre verdadero a quien Dios ha marcado con el sello emet, propiedad del anima rationalis, ya que un alma en movimiento no necesariamente es un alma racional que es la que tiene capacidad locutiva. Esta afirmación corresponde a la idea dominante entre los cabalistas de que el habla es el don sumo: la madre de la razón y de la revelación.

6. Las formas tardías de la leyenda golémica, registradas en Polonia a partir del siglo XVII, apuntan hacia otra dirección diferente: el Golem se une al concepto de la servidumbre, y se le adjudica el carácter de peligrosidad para el entorno. Johann Wülfer escribió en 1675, que en Polonia existían unos extraordinarios constructores que eran capaces de fabricar con el nombre divino, sirviéndose del barro, unos famuli mudos. Después de recitar determinadas oraciones y tras algunos días de ayuno, construyen una figura humana de barro, y una vez que han pronunciado sobre ella el šem hameforáš, la imagen se torna viviente. Aunque no habla comprende bien lo que se le dice y ordena, y realiza todo tipo de trabajos caseros, pero no debe salir de casa. Sobre su frente ha sido escrita la palabra emet que significa verdad. Esta criatura crece constantemente hasta ser mayor que los moradores de la casa, que se van sintiendo atemorizados. Entonces borran de su frente la primera letra, de modo que sólo queda met que significa muerto. El Golem se derrumba y queda reducido al barro anterior. En otra versión se cuenta que al borrarle la letra el barro cayó sobre el rabino, quien quedó aplastado. Asimismo se dice que el nombre de Dios estaba escrito en un pergamino sobre su frente, y que al querer arrancárselo, el Golem causó daños al rabino y le arañó el rostro.



7. La transmisión de la leyenda polaca sobre el rabino de Chelm a Praga, y a una figura mucho más famosa del mundo judío, el Gran Rabí Lew (—Löw— entre 1520 y 1609), no ha de haber sido muy anterior a Grimm, y no parece probable que se hayan desarrollado con independencia. Dentro de la tradición de Praga de principios del siglo XIX, se le asoció a la liturgia del viernes por la tarde. Según la versión, el Rabí Lew construyó un Golem que servía en toda clase de trabajos a lo largo de la semana; pero como todas las criaturas descansan en sábado, el rabino transformaba a Golem en barro antes de la entrada de cada sábado, quitándole el nombre vivificador de Dios. Pero una vez olvidó quitarle el šem. Estaba ya reunida la comunidad en la sinagoga para los oficios divinos, incluso ya habían recitado el salmo sabático número 92, cuando el Golem se enfureció y con enorme energía sacudió las casas y amenazaba destruirlo todo. Entonces llamaron al rabino, cuando todavía no comenzaba el sábado, y éste se abalanzó contra el Golem y le arrancó el šem, derrumbándose el Golem en tierra. El rabino ordenó que se cantase por segunda vez el salmo sabático, lo que quedó desde aquel momento como una institución definitiva de la Escuela antiguo-moderna de Praga. El rabino no volvió a inspirar vida al Golem, e hizo enterrar sus restos en el desván de la antiquísima sinagoga, en donde yacen hasta hoy.

EL GOLEM EN JORGE LUIS BORGES


La figura del golem de Meyrink fue para Jorge Luis Borges uno de sus temas predilectos, y se dio a la tarea de investigar la leyenda judía hasta que leyó con fascinación el libro de Scholem. Al menos tres de sus textos dan cuenta de ello: En primer lugar el poema El Golem, del libro El otro, el mismo, donde habla de la creación de este ser por Judá León —el Rabino Jehuda Löw ben Bazalel—, y la aportación de Scholem, además de plantear la visión de Dios ante la obra del mago. En segundo lugar la conferencia de La cábala, en la que diserta sobre la interpretación tradicional que los cabalistas judíos han realizado acerca del Pentateuco, su complejo simbolismo sobre el lenguaje que lo constituye. Por último y a manera de motivo, el cuento Las ruinas circulares, del libro Ficciones, en el que un mago se da a la tarea de crear a un ser de sueño con la finalidad de extrapolarlo a la realidad, relato que merece una indagación minuciosa acerca de la leyenda.
Transcribo el poema, el fragmento de La cábala y el cuento, donde Borges mantiene viva la leyenda y cumple en su lenguaje la afirmación de que la cábala es una suerte de metáfora del pensamiento, además de plantear extraordinariamente su idea de que en cada uno de nosotros hay una partícula de divinidad.


La Cábala (Fragmento)
Querría hablar ahora de uno de los mitos, de una de las leyendas más curiosas de la cábala. La del golem, que inspiró la famosa novela de Meyrink que me inspiró un poema. Dios toma un terrón de tierra (Adán quiere decir tierra roja), le insufla la vida y crea a Adán, que para los cabalistas sería el primer golem. Ha sido creado por la palabra divina; y como en la cábala se dice que el nombre de Dios es todo el Pentateuco, salvo que están barajadas las letras, así, si alguien poseyere el nombre de Dios o si alguien llegara al Tetragrámaton —el nombre de cuatro letras de Dios— y supiera pronunciarlo correctamente, podría crear un mundo y podría crear un golem también, un hombre.
Las leyendas del golem han sido hermosamente aprovechadas por Gershom Scholem en su libro El simbolismo de la cábala, que acabo de leer. Creo que es el libro más claro sobre el tema, porque he comprobado que es casi inútil buscar fuentes originales. He leído la hermosa y creo que justa traducción (yo no sé hebreo, desde luego) del Sefer Ietzira o Libro de la Creación, que ha hecho León Dujovne. He leído una versión del Zohar o Libro del esplendor. Pero esos libros no fueron escritos para enseñar la cábala, sino para insinuarla; para que un estudiante de la cábala pueda leerlos y sentirse fortalecido por ellos. No dicen toda la verdad: como los tratados publicados y no publicados de Aristóteles.
Volvamos al golem. Se supone que si un rabino aprende o llega a descubrir el secreto nombre de Dios y lo pronuncia sobre una figura humana hecha de arcilla, ésta se anima y se llama golem. En una de las versiones de la leyenda, se inscribe en la frente del golem la palabra EMET, que significa verdad. El golem crece. Hay un momento en que es tan alto que su dueño no puede alcanzarlo. Le pide que le ate los zapatos. El golem se inclina y el rabino sopla y logra borrarle el aleph o primera letra de EMET. Queda MET, muerte. El golem se transforma en polvo.
En otra leyenda un rabino o unos rabinos, unos magos, crean un golem y se lo mandan a otro maestro, que es capaz de hacerlo pero que está más allá de sus vanidades. El rabino le habla y el golem no le contesta porque le están negadas las facultades de hablar y concebir. El rabino sentencia: “Eres un artificio de los magos; vuelve a tu polvo.” El golem cae deshecho.
Por último, otra leyenda narrada por Scholem. Muchos discípulos (un solo hombre no puede estudiar y comprender el Libro de la Creación) logran crear un golem. Nace con un puñal en las manos y les pide a sus creadores que lo maten “porque si yo vivo puedo ser adorado como un ídolo”. Para Israel, como para el protestantismo, la idolatría es uno de los máximos pecados. Matan al golem.






Incorporo al poema un video con la voz de Borges y algunas imágenes de la película Der Golem (1920) del director Paul Wegener:

El Golem
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.


Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.


Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.


Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.


No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.


Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.


La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.


El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.


Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.


(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)


El rabí le explicaba el universo
"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga."
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.


Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,



Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.


Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)


Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.


El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la cordura?


¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?


En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
 
                                                    (Borges)



La película Der Golem (1920)  Paul Wegener:
 



Der Golem, wie er in die Welt kam, (1920)

AÑO 1920
DURACIÓN 80 min.
PAÍS [Alemania]
DIRECTOR Paul Wegener
GUIÓN Paul Wegener & Henrik Galeen (Novela: Gustav Meyrinck)
MÚSICA Película muda
FOTOGRAFÍA Karl Freund (B&W)
REPARTO Paul Wegener, Albert Steinrück, Lyda Salmonova, Gotto Gebuhr
PRODUCTORA Projektions-AG
GÉNERO Terror

Sinopsis
Clásico del cine mudo alemán que cuenta la leyenda de El Golem, una estatua que cobró vida en la Praga del siglo XVI, gracias a un rabino, para liberar a los judíos de la brutal persecución a la que estaban siendo sometidos por toda la ciudad. Luego, mucho tiempo después, a comienzos del siglo XX, el Golem es encontrado entre los escombros de una sinagoga, y volverá a la vida de manos de un anticuario. Esta fascinante obra maestra del expresionismo, claro precedente del mito de Frankenstein es, seguramente, la primera gran pelicula sobre monstruos de la historia del cine, si no tenemos en cuenta las dos versiones del propio Paul Wegener, también sobre esta misma leyenda de El Golem y que, desgraciadamente, se han perdido para siempre.

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